lunes, 26 de abril de 2010

Cronomilio

A Cronomilio Sinespacio se le mantenía cayendo el tiempo. No podía dar un paso sin que se le aflojaran los segundos.
Minuto a minuto, pero no a sesenta segundos perdía el sentido del ayer. Fuera mañana o fuera antier, puede que fuera dentro de dos días.
Cronomilio Sinespacio un día decidirá que fue. El anterior día era pasado el día pasado mañana.
Ayer, hoy se escurrió. Recogió en una esquina el tiempo que se le perderá mañana.

El espacio tampoco se escapaba a la desaparición misteriosa entre día y día. Había un paso que daba mil veces sin avanzar, el movimiento se le escabullía por los intersticios mismos en que perdía cada instante.

Un día le dije:
- Mañana voy.
- Hoy -me contesto obligándose a pensar en algo sin sentido para él. Ya que al otro día entendí su comentario. Yo había ido ayer.

Era admirable, en todo caso, la forma en que Cronomilio lograba conducirse por la vida. A quien lo conocemos nos tomaría mucho tiempo entender -aclarando que para él hubiera sido un absurdo esta referencia al tiempo en cantidad- la forma en que él habría de percibir lo real.

Cuando no tenía la suficiente paciencia para figurarse en un espacio y un tiempo, lo encontraba uno teniendo conversaciones que no se darían sino hasta el siguiente día. En igual manera podría suceder, cuando alguien trataba de obligarlo a mantener distancia que de repente aparecía reanudando una conversación que había estado sosteniendo con uno de sus hijos años atrás. Porque tenía hijos.

Para algunos era insoportable su condición. Lo tomaban por un imprudente.

- Lo que es, es un desubicado! -Dirían las lenguas más avezas a opinar del otro.
- Nunca llega a tiempo -se quejarían otros.

Sobre su apellido podemos decir que en realidad no fue Sinespacio, más que así fue dado por las circunstancias de su existir. Sobre su nombre que fue bautizado así, por su incumplimiento al nacer, ya que sin consideración por sus padres nació antes de ser concebido y tan solo unos minutos después de muerto.

De la mayor desproporción de su naturaleza esta historia es evidencia que se cuenta sin él siquiera existir todavía.

domingo, 18 de abril de 2010

Cortos

Me pica la cabeza. Hace días que me está picando la cabeza y no sé si rascarme. No es que no me haya rascado, pero igual sigo dudando si rascarme o no. Pero es que me pica la cabeza. Esta es una alegoría que hace referencia a un hombre que en otro lugar sí se rasca la cabeza. Yo quisiera ser ese que se rasca la cabeza. Pero a mi me pica la cabeza y no me rasco por estar pensando en que me pica.

***

Se cayó en un charco y a mi me dio risa. O a mi me dio risa y se cayó en un charco. Yo me caí en un charco mientras él se reía. Noté que se reía porque me caí en el charco. Me vio riéndome, me reí viéndolo viéndome reirme. Me caí sin verlo y él viéndome cayéndome en el charco. A mi me dio risa. A mi me dio risa.

***

Empezando, pesando, fui asando. Me vi cazando cansado, antes del asado pasado. Me quemé, que me quemé, me quemé ¿qué me importa?. Trago amargo el que me endulza y me hace sentir desesperado, sin saber para donde mover los pies, tiemblo. Mastico con gran trabajo el pedazo de carne, carne dura que ya quiero terminar. Respiro corto. Ya me quiero ir.

***

Hoy. Hoy me di cuenta de que solo hacía sentir incómodo al silencio. Incómodo y todo lo sentí riéndose de mí cuando traté de encontrarlo debajo de una cobija. Lo que pasó fue que justo cuando estaba empezando a disfrutarlo, me di cuenta de que estaba empezando a disfrutarlo y lo saqué a patadas. El silencio me esquiva.