Estoy soñando y me despierto esclavo de la luz tenue a través de la persiana que he dejado abierta sin saber porque… tampoco sé que soñé. Pero sé que algo fue porque es evidente que este instante continúa aquel instante en que me dormí, no al último instante de mi sueño. No quiero ceder al despertar, pero tampoco quiero ceder al engaño de la libertad que tuve cuando dormía. Creer que soñando sería dueño de mi mundo pero luchar contra mi propia mente para crear lo que quería… Por lo menos despierto cedo a la ilusión de poder destruir o amar, pero en sueños soy mi eterno enemigo, el peor.
Tengo miedo a seguir durmiendo, así que opto por el dolor. Mis ojos sensibles a la luz y yo obligándome a fijar metas para un día. La meta de hoy es olvidar que desperté, para olvidar que dormí, para olvidar que antes de hacerlo hice algo, para olvidar porque deje la persiana abierta y por qué no me acosté borracho.
Mientras me visto, sintiendo nauseas de mi propio olor, me toma tiempo realizar quien soy. Cuando mi olor desaparece, cuando estoy vestido, lo sé, pero nada cambia. Es cuando noto la persiana, pasando la vista por mi cuarto, viendo al fondo, pero escuchando encima al tren que hace reverberar la ventana. Que esté abierta es un hecho simple. Pero mientras mi vista pasa de la ventana al baño, no es el tren sino un escalofrío el que me hace vibrar.
Si pudiera entenderlo, podría abandonar la angustia, la misma angustia que cada día se instala en mí a través de un escalofrío causado cuando hechos tan simples entran en mi conciencia. Una persiana abierta, mi pantalón en el piso, sobras de comida frente al retrete, un cajón abierto, un cajón cerrado, una pared, una pintura. Una pequeña incertidumbre, un hecho sin significado que se convierte en señal. Una señal de no sé que. No sé si es un recuerdo no sé si soy simplemente paranoico, pero aún cuando el mismo sentimiento me recorre a diario, no he encontrado la forma de acostumbrarme.
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