Sí, tal vez podría escribir y contar como me rodé por las malditas escaleras, tal vez podría volver a rodar y ver girar los recuerdos.
O podría simplemente quedarme en esta silla remordiendo mis labios y castigándome con una mirada fija en el sucio piso de madera.
Pero Pedro no me deja , su ceja se fija en mi oreja, y en forma de queja cuando se aleja.... -¡Es una pendeja!- grito.
El grifo sigue abierto, y Alberto a a quien no advierto, pierdo. ¡Mierda!.
Es ella quien lo ocasiona, así funciona, se frunce y cuando se emociona, suena. Entra, se centra, se concentra y aprieta la cuerda gruesa.
Es obesa y está sucia, pero no por esto renuncia y al contrario anuncia: Denuncia!.
Me frunzo y la disgusto mientras me asusto, porque no me ajusto. Y es justo!.
Pero con gusto asevero: "fue severo el celo, de un pelo me apego"... y me pegó, mi sangre se regó y mi ego hirió.
Cogió un lirio y parecía un delirio cuando lo prendió, luego lo sacudió, cuando Alberto acudió. Se enredaron, se rieron, se pegaron, se agazaparon, se escondieron, minúsculas chispas murieron, casi ni fueron.
Pedí perdón y se abalanzaron a desatarme, ahora si querían acatarme cuando pedí la hora.
Nora!, el reloj, joder, la hora. Por qué no se apura, no ve que supura?.
Y por pura duda, ella, ruda, mientras suda, llora por su lora, la cantora.
En un cerrar y abrir de ojos de uno de sus piojos y de una araña milojos, me incorporo, me toco un poro y me acongojo por el dolor inoloro.
Salimos todos corriendo, viendo como vamos subiendo.
Abriendo, caminando, entrando, cerrando, subiendo.
Parando, oliendo, viendo, gritando, llorando.
Agonizando, moviéndose, susurrando, callando, mirando y muriendo.
Bajando, abriendo, saliendo, caminando, cerrando. ATROPELLADO!
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