miércoles, 25 de febrero de 2009

ego


Mi paso aquellos días era lento, pero sin ceremonia, desequilibrado y destartalado, me desbarataba mientras sin esfuerzo mantenía siempre la mirada atónita, como si todo lo que viera me asustara. Así caminaba y así me representaba a los que quisieran verme, y esa era siempre la impresión que causaba, una criatura fuera de lugar.

Y aun sin tener un referente de algo distitno a la vida que vivía, sentía como había algo incorrecto sobre ella. Sobre lo que en la mañana sentía, sobre lo que se suponía que debía hacer durante un día. Sentía que no estaba en su lugar el despertar y al abrir los ojos sentía que entraba en mi un sitio nuevo, al que nunca me acostumbraría.

Incluso mi propia imagen desgarbada en el espejo, mis ojos penetrantes de expresión atónita me miraban tan asustados como yo estaba de reconocerlos. Al parecer sentíamos igual. Esa imagen escualida, desgarbada y de alguna forma imponente parecía ser el mismo demonio que toda ese extraña desdicha me creaba.

Y era así como pasaba mis días, de silencio en silencio, discutiendo fuertemente conmigo tratando de decidir si todo lo negaba o me lo creía.

Un día me la pasé riendo viéndome en el espejo, mientras me respondía a la burla cruzándome de brazos y aunque dando la espalda disparaba indignación por el rabillo del ojo.

Algún otro día me levantaba pensado que el dolor no existía, y la realidad día a día desaparecía, y al completar la rutina del despertar, abrir los ojos, ubicar mi existencia en cierto tiempo y cierto espacio, ubicaba el cielo raso blanco y se me presentaba de diferentes formas.

En esencia, lo que percibían mis ojos era siempre el mismo escenario, pero de alguna forma siempre me representaba aquella simple imagen de distintas formas, por alguna razón, aunque el blanco seguía siendo blanco su significado cambiaba. Y un día el blanco podía ser tranquilidad, otro día podía signficar vacío, y otro día pasaba desapercibido.

Así mismo se confundía mi caminar en las calles, algunas veces los andenes eran demasiado rectos para mì, me molestaba encontrar que llevaba mucho tiempo caminando derecho, por lo que me aburría y desesperaba, mientras otras veces me veía andar sobre el dorso de una culebra.

Las personas que me encontraban en el camino, en un buen día, me ignoraban y andaban sin sentirme, en días así que no me veían, unos cuantos chocaban conmigo,se confundían al no encontrar la causa de su tropiezo y sin embargo al instante lo olvidaban y seguían su camino, pues tenían muy robotizado su objetivo. Otros dìas era testigo de la transifiguración de sus rostros de distintas maneras, una mujer podía convertirse en hombre, un niño en anciano. Podían aparecer individuos que antes no estaban u otros podían desaparecer después e haberse cruzado en mi paso.

Un día, un niño venía jugando con los patrones de los andenes, saltando allì y allá divertido, haciendo correr pequeños amigos imaginarios que saltaban de árbol en árbol, mientras él los imitaba con sus manos. Yo no veía su rostro, por lo que me detuve fascinado, esperando concerlo. Siempre lo ocultó de mi, hasta el último momento cuando ya pasaba por mi lado y me dirigió su rostro que me congeló de espanto.

Así era que yo iba saltando de día en día, de impresión en impresión. Así era que me convertía siempre en una persona diferente y así a veces despertaba gordo y otras veces despertaba flaco, un día era alguien de caracter fuerte que no acepataba un desayuno sin sal. Mientras otros días los pasaba escondido debajo de mi cama con un pánico invencible, provocado por la amenzante posición en que veía ubicado al grifo del lavamanos, acompañada de mi propia mirada furibunda en el espejo.

Nunca pude saber, que era, lo que me mantenía, porque siempre había algo que me permitía reconocer que era siempre yo, a pesar de que mi memoria también se transoformaba y creía que siempre mis impresiones habían sido esas, de alguna forma era consciente de mi mutable condición y de alguna forma podía sentirme confiado de que siempre era yo.

Hasta que un día salí del espejo, con desaprobación moví la cabeza de lado a lado negándome y dejándome allí tirado salí por siempre de aquel lugar, sorprendiéndome al llegar a uno menos sensato.

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