Aprenda a tratar con frutas y como tragar clavos. Cogerlo (el clavo) por la base y clavarlo en la lengua (el clavo), luego tragar la lengua (la lengua) es más fácil que tragarse un clavo (en la lengua), ahogarse (sin lengua) y a última hora sacar la lengua (con el clavo) expirando, suspirando (ni clavo, ni lengua, aire) y renaciendo (el tragador de clavos), pariendo (una caja de clavos o en engendrador de engendrador de clavos tragador), brotando enterrado (en la tierra, con lengua, clavos, engedrados y cada uno y todo degenerado generado).
- En un palo muy alto allá en el alto, salto, cuando caigo me sorprendo en el piso. Me piso, me abro, me sonrojo, pero con la sangre afuera.
- ¡afuera!
- fuera o no fuera, ese era el asunto.
- puto, muy negro ....
- rojo dije.
- ...apretando el lápiz con fuerza, brotando los ojos, enrojeciendo, enfureciendo, hasta que el lápiz traspase la mesa, la mesa traspase su cabeza (ya no hay lengua, ni clavo que la sostenga).
- Mesa. Me pesa la mesa, porque encima tiene una pesa.
- Una mesa en una mesa en una mesa en una mesa y todo en una silla.
- En un palo muy alto allá en el alto, salto, cuando caigo me sorprendo en el piso. Me piso, me abro, me sonrojo, pero con la sangre afuera.
- ¡afuera!
- fuera o no fuera, ese era el asunto.
- puto, muy negro ....
- rojo dije.
- ...apretando el lápiz con fuerza, brotando los ojos, enrojeciendo, enfureciendo, hasta que el lápiz traspase la mesa, la mesa traspase su cabeza (ya no hay lengua, ni clavo que la sostenga).
- Mesa. Me pesa la mesa, porque encima tiene una pesa.
- Una mesa en una mesa en una mesa en una mesa y todo en una silla.
Saliendo o entrando, de un lugar a otro cambiando. Caminando , sea quieto o sea parado da lo mismo cuando todo es igual.
Nunca he estado de acuerdo con las ideas que se me oponen (comenzando a acelerar), me parece que quisieran convencerme de lo que yo no estoy convencido. Así de fuerte siempre ha sido mi criterio (este es un punto para no parar). Siempre he estado seguro de no estarlo, creo, supongo, pero con certeza lo dudo. Que se olvide lo ya olvidado ha sido algo que me rompe la cabeza, me saca de sueños y me vuelve a meter, me duerme, me despierta, es como si me cambiara de estado. (Más rápido) Es algo que me confunde de hecho, de hecho y de palabra. Me confunden en el hecho las palabras, las palabras en el lecho y sobre todo las del lechero. (Más rápido) Pero en definitiva, sin sacar conclusiones apresuradas, más que lentas, disipidas y apelotardadas, de creación lenta, de vida subyugada. De vida lenta y muerte lenta, empezando por el principio, continunando más adelante hasta la mitad y avanzando en una picada con chorizo, carne de arriba y de abajo, de los lados , de adentro, con cuero, sin cuero, (más rápido, más rápido, no importa que no entienda) con visceras, ojos, espinas, pescados, no pescados, pescadores y de manga larga, clavos, canela, puntillas, martillos con carpintero incluído, con trabajo incluido, con obra, con artista en cubos redodndos, relojes atascados que no dan el espacio, quedados y hasta pelotas sin letras. Con todo eso me voy o con todo me quedo, pero nunca, que se marquen estas palabras, como ya no se marcan y si no que mueran, que se borren, que se pierdan en el error o en el horror, en el miedo, atribuladas letra a letra, abrazádas, cobijadas, pero juntas, pero con espacios, pero asustadas cuando no calmas. Y así paré, pare. (pare).
Un día hablé del principio, un día por la noche, una noche cuando el calor abrazaba y una mujer me abrasaba , sí, en llamas. Y ayer soñé con estas palabras. Me las dijé y no me las creí, las escribo y no las creo. Porque las escribo cuando las leo, porque las leo en el invento, en un convento, el sitio solo, el monje con frío tiembla y dice: no creo. Yo tampoco creo, todo parece ya hecho, eso creo, no lo creo, lo creo. Un creo es de crear, porque la fe nace, un creo es de creer, porque para crear hay que creer, para crecer hay que nacer, para nacer hay que pacer, para pacer hay que hacer, para cacer hay que llorar, para llorar hay que podar, así: Me lo creí, lo cree, creció, creí de nuevo y nací y me puse a pacer, pací por la mañana, pacì por la tarde, pací a la luz de las melas, melas añoradas, las mismas melas que mieron macer por mamamamama, me mié, lo siento, me tomé una sopa de letras m. Lo hice, cací, casi que no cacía, pero lo hacía. Lo hacía y no dolía. Dolía si lo hacía pero no haciéndo lo, hice la. La la que nació creyendo.
Una vez un niño creyó que existía, tenía diez años. Esa certidumbre extraña, nacida de una experiencia por diez años de inexistencia absurda, lo llevó en su inocente fe a creer que él era. Y cuando estaba por nacer, cuando el utero gestante que también se lo creía vio la luz, algo le condujo a equivocarse y así en un mismo instante creyendo que existía y que no, cometió el creador el error, el único acto, el único vestigio de existencia, creer. El error cósmico de su propia fe, de la nada brotó, de la nada se tragó, en un instante sin tiempo y por siempre, en la nada ocupó todo. Y nada quedó más que el recuerdo de un sueño extraño, olvidó que era existir y se dio cuenta que olvidaba, que recordaba que existía.
Al otro día, cuando jugaba con la tierra, haciendo hormigas, se dio cuenta de que al existir el resto existió, que esas hormigas meditabundas, en su debate increíble por saber o no saber, se habían sabido los dos, los tres. Sabiendo sabidos supieron que saber sabían. Existiendo siendo fueron seres que sabían ser sabidos cuando fueron. Fueron idos yéndose. Voltearon al giro y se encontraron hallados, allá, allí, acullá y hasta aquí.
Nunca he estado de acuerdo con las ideas que se me oponen (comenzando a acelerar), me parece que quisieran convencerme de lo que yo no estoy convencido. Así de fuerte siempre ha sido mi criterio (este es un punto para no parar). Siempre he estado seguro de no estarlo, creo, supongo, pero con certeza lo dudo. Que se olvide lo ya olvidado ha sido algo que me rompe la cabeza, me saca de sueños y me vuelve a meter, me duerme, me despierta, es como si me cambiara de estado. (Más rápido) Es algo que me confunde de hecho, de hecho y de palabra. Me confunden en el hecho las palabras, las palabras en el lecho y sobre todo las del lechero. (Más rápido) Pero en definitiva, sin sacar conclusiones apresuradas, más que lentas, disipidas y apelotardadas, de creación lenta, de vida subyugada. De vida lenta y muerte lenta, empezando por el principio, continunando más adelante hasta la mitad y avanzando en una picada con chorizo, carne de arriba y de abajo, de los lados , de adentro, con cuero, sin cuero, (más rápido, más rápido, no importa que no entienda) con visceras, ojos, espinas, pescados, no pescados, pescadores y de manga larga, clavos, canela, puntillas, martillos con carpintero incluído, con trabajo incluido, con obra, con artista en cubos redodndos, relojes atascados que no dan el espacio, quedados y hasta pelotas sin letras. Con todo eso me voy o con todo me quedo, pero nunca, que se marquen estas palabras, como ya no se marcan y si no que mueran, que se borren, que se pierdan en el error o en el horror, en el miedo, atribuladas letra a letra, abrazádas, cobijadas, pero juntas, pero con espacios, pero asustadas cuando no calmas. Y así paré, pare. (pare).
Un día hablé del principio, un día por la noche, una noche cuando el calor abrazaba y una mujer me abrasaba , sí, en llamas. Y ayer soñé con estas palabras. Me las dijé y no me las creí, las escribo y no las creo. Porque las escribo cuando las leo, porque las leo en el invento, en un convento, el sitio solo, el monje con frío tiembla y dice: no creo. Yo tampoco creo, todo parece ya hecho, eso creo, no lo creo, lo creo. Un creo es de crear, porque la fe nace, un creo es de creer, porque para crear hay que creer, para crecer hay que nacer, para nacer hay que pacer, para pacer hay que hacer, para cacer hay que llorar, para llorar hay que podar, así: Me lo creí, lo cree, creció, creí de nuevo y nací y me puse a pacer, pací por la mañana, pacì por la tarde, pací a la luz de las melas, melas añoradas, las mismas melas que mieron macer por mamamamama, me mié, lo siento, me tomé una sopa de letras m. Lo hice, cací, casi que no cacía, pero lo hacía. Lo hacía y no dolía. Dolía si lo hacía pero no haciéndo lo, hice la. La la que nació creyendo.
Una vez un niño creyó que existía, tenía diez años. Esa certidumbre extraña, nacida de una experiencia por diez años de inexistencia absurda, lo llevó en su inocente fe a creer que él era. Y cuando estaba por nacer, cuando el utero gestante que también se lo creía vio la luz, algo le condujo a equivocarse y así en un mismo instante creyendo que existía y que no, cometió el creador el error, el único acto, el único vestigio de existencia, creer. El error cósmico de su propia fe, de la nada brotó, de la nada se tragó, en un instante sin tiempo y por siempre, en la nada ocupó todo. Y nada quedó más que el recuerdo de un sueño extraño, olvidó que era existir y se dio cuenta que olvidaba, que recordaba que existía.
Al otro día, cuando jugaba con la tierra, haciendo hormigas, se dio cuenta de que al existir el resto existió, que esas hormigas meditabundas, en su debate increíble por saber o no saber, se habían sabido los dos, los tres. Sabiendo sabidos supieron que saber sabían. Existiendo siendo fueron seres que sabían ser sabidos cuando fueron. Fueron idos yéndose. Voltearon al giro y se encontraron hallados, allá, allí, acullá y hasta aquí.
Me encanta!!
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