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Joselito Piña de Agua se llamaba. No es toda su historia, es sólo un acontecimiento en particular, el que le atañe a esta explicación. Pero para poder describir ese momento especial, es necesario que ubiquemos al lector en el mundo de Joselito Piña.Joselito Piña, o Joselito a secas, como podría haberlo llamado algún amigo que tuvo, amaba como loco a su escoba y le mantenía un lugar especial; un escobero. Sin embargo no habría de ser este hecho la causa del incidente.
Afuera, en una esquina puntuda, los días más lígeros, se reunía a discutir con su equipo de debate la ocurrencia de vicisitudes extrañas. Su escoba permanecía indiferente esperándolo. Al regresar, Joselito Piña se encargaba de escurrir una a una su par de medias empantanadas. Podríamos aventurarnos a decir que no lo haría de la misma forma el día del suceso que queremos narrar. Y eso que el no llover era un hecho siginficativo que no pasaba desapercibido por su atento volumen de preocupaciones. Dejar de hacerlo correspondía al consecuente olvido y tardío arrepentimiento, un arrepentimiento incómodo ya que no le era posible reconocer su causa.
El polvo se acumulaba bajo su cama; esto no le quitaba el sueño. Podría intuirse que un cambio en la magnitud de esta costumbre, hubiera determinado de una forma muy distinta la sucesión de acontecimientos que llevarían al final esta historia.
Cabe decir, que hubo un hecho, que de habérsele tenido en mejor estima, le pudo haber indicado a Joselito, el mejor proceder. Se trata de un momento, previo a ese otro momento del que se ocupa este relato, que en ráfagas le llegó el sueño pesado, en ráfagas lo abandonó y un vacío molesto se instaló en el centro de su estómago. Para olvidarlo se lástimaba los tobillos en las escaleras de su casa. Sin embargo, era por eso que se ocupaba siempre de colgar delicados juguetes, pendientes de finos hilos, que obstruían su paso en la entrada de cada cuarto de su casa. Si algún observador único u omnisciente hubiera o hubo atestiguado está disposición de Joselito en su casa, habría visto o vio una prueba de esta forma de vivir.
Con el polvo se acumulaba la porcelana rota de todos los muñecos que quebraba al desplazarse torpemente sin reconocer las paredes de su casa. Joselito tenía además costumbres que sus compañeros de discusión considereaban inadecuadas, pero que no se atrevían a discutir en su presencia, ni aún después de lo que pasó.
Suponiendo que en este punto, tengamos ya clara la ubicación del sujeto que protagoniza este hecho en nuestra realidad, que aunque fue Joselito, pudo haber sido cualquiera y de hecho fue calquiera y fuimos todos, valdría la pena que dedicaramos un momento cada uno de nosotros a reconstruir el instante, el espacio y el individuo, para llegar al conocimiento de la verdad sobre como pasó , pasará y seguirá pasando todo.